miércoles, 3 de octubre de 2012

De traficante de la muerte a comunicador de la vida.


México: Dejó el sicariato para servir a Dios

Mientras en México crecen tanto la cifra de muertos como el dolor por causa de las bandas criminales, la historia de Gumercindo Domínguez es una luz de esperanza para quienes consideran que la senda del crimen es un camino sin regreso.
Aunque su nombre de pila es Gumercindo, lo conocieron como Kalimba. Era temido hasta por las autoridades, pues su prontuario delictivo daba cuenta de un hombre peligroso, dedicado al macabro negocio de los asesinatos por encargo en el sur de México.
Sin embargo, el peso de sus crímenes pudo más que la impunidad. En el 2003 fue recluido para cumplir una condena inicialmente fijada en 40 años.
Privado de la libertad, Gumercindo conoció a Rolando, un compañero de prisión condenado por narcotráfico y quien luego de ser transformado por Jesucristo se había convertido en el instrumento de Dios para tocar la vida del temido Kalimba. La cárcel, un lugar donde muchos tocan fondo, fue para Gumercindo Domínguez el milagroso escenario en el que nació de nuevo y se convirtió en un hombre completamente opuesto al que tantos temían.
Por razones que el mismo Gumercindo considera milagrosas, pagó solamente 2 años y siete meses de condena. Ya en libertad, regresó a su casa para convertirla en la sede de la iglesia que se propuso fundar. “Nadie creía en esta iglesia, los vecinos que me tenían miedo no creían que me cambió Dios", declaró el ahora pastor Domínguez o Gumer, (como algunos le conocen) en una reciente entrevista.
De Kalimba ya no queda sino el testimonio. Hoy es un hombre de paz y padre de familia que predica el evangelio en la Iglesia Cordero de Dios, ubicada en el municipio mexicano de San Pedro García Garza. Allí, acoge a jóvenes perdidos en el camino sin sentido de la delincuencia para llevarlos a la senda con propósito de Jesús. Con su Biblia como única arma, evangeliza sin ningún temor."Yo no le tengo miedo a nada porque yo ya no hago lo malo, yo hago las cosas buenas de Dios; yo confío en Dios, en que él santificó este lugar y cambió mi vida para testimonio de muchos".
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(Fuentes: Milenio, Protestante Digital, Access my Library)


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