Mitos y verdades sobre el líquido vital
El consumo regular y abundante de agua es uno de los
hábitos más saludables y benéficos para el cuerpo. Está demostrado que su
carencia disminuye sensiblemente la calidad de vida. ¿Qué tanto es mito o
verdad sobre el consumo del agua? Respuestas, aquí.
Seres de agua que
caminan. Esa podría ser una buena definición, desde el punto de vista
fisiológico, del ser humano. Un hombre que pesa 65 kilos es en realidad un ser
que mientras se desplaza, moviliza en su recorrido más de 45 litros de agua. La
cifra no es ninguna exageración. El 70% del cuerpo humano está constituido por
este líquido vital, el cual es nuestro vínculo común con casi todos los seres
de la naturaleza; de hecho este elemento es aún más esencial que el mismo
oxígeno. Sobre el agua se construye el bienestar vital.
Simplemente agua
Aunque su
importancia es evidente, buena parte de la población de los países
desarrollados ha dejado de consumir agua pura y en vez de ella ingiere grandes
cantidades de refrescos y otras bebidas. Si bien tales productos son hechos a
base de agua, no la sustituyen y en cambio introducen al cuerpo azúcar, sodio y
otros compuestos que suelen ser nocivos en exceso. Esto, unido a que la vida
sedentaria hace lento el metabolismo y silencia la sensación de sed, ocasiona que
en muchas personas el nivel de agua esté por debajo de lo saludable, rayando a
veces con la deshidratación. Hacer algo
al respecto es prioritario para mejorar la salud, pero sin caer en un pánico
súbito que lleve a una ingesta excesiva y perjudicial. Por esta razón, y para
tener una mejor idea de las funciones del agua en nuestro cuerpo, estableceremos
qué es verdad y qué no respecto a algunas de las principales afirmaciones que
circulan respecto a su consumo.
- La sed es el indicador natural del cuerpo que señala
cuándo debe tomarse agua. Falso. La sensación de sed es un indicador temprano de
deshidratación. Analice por un momento en qué consiste la sed, cuando la
ha sentido. Seguramente percibe su garanta y sus labios algo secos y su
saliva se siente más espesa. Todas estas sensaciones están relacionadas
con un descenso en el nivel hidrológico. Por lo tanto, la sed es un
mecanismo de alarma que advierte sobre una deficiencia. Con sed o sin ella
hay que consumir agua regularmente. En climas extremos como el desértico,
la pérdida de agua puede ocurrir de una manera rápida y muy silenciosa, al
punto que la deshidratación sorprende rápidamente a quien no está
acostumbrado. Esta es la razón por la cual lo cual era obligatorio para
los soldados estadounidenses que intervinieron en la operación
"Tormenta del desierto" el consumo total de sus cantimploras en
intervalos exactos.
- La medida de oro para todos es 8 vasos de agua al
día. Falso. La
medida de consumo de agua depende de la edad, características fisiológicas
particulares, clima y nivel de actividad física. No consume lo mismo un
niño pequeño que un atleta adulto de alto rendimiento. Para empezar,
una buena manera de de establecer
qué tanta agua hay que tomar al día consiste en dividir entre 30 el peso
corporal. Una persona de 90 kilos, por ejemplo, debería beber, como mínimo
3 litros de agua. De esos tres litros, al menos dos, (o sea dos terceras
partes de la proporción calculada) deben ser agua pura. El litro restante
puede corresponder al agua disuelta en los jugos, sopas u otras bebidas.
Para quienes viven en climas cálidos o durante estaciones de altas temperaturas como el verano, es bueno consumir un poco más de esta medida, pues así se compensa la acelerada eliminación de agua que no sólo se produce través de la orina sino también de la transpiración. De hecho, todo el tiempo, aún cuando dormimos, el cuerpo humano libera agua a través de la piel, de forma imperceptible pero constante. La actividad física intensa también afecta el cálculo de la cuota diaria de agua, y puede requerir más de un litro extra para compensar. - Las personas que retienen líquidos deben tomar agua
en abundancia. Verdadero, en la gran mayoría de los casos. Mientras la retención de
líquidos no esté asociada con una falla renal crónica o una circunstancia
médica extraordinaria, las personas que tienden a retener líquidos deben
procurar el agua en abundancia, sin exceder los límites. Sucede que antes
las señales de deshidratación (y
muy particularmente si hay sobrepeso), el organismo dispara sus alarmas de
conservación y activa un complejo mecanismo que bloquea la salida del agua
extracelular, lo que explica la hinchazón de tobillos y otras zonas del
cuerpo. Beber la cantidad de agua apropiada para el peso corporal,
devolverá el equilibrio perdido y apagará en la mayoría de los casos la
alerta de conservación. Adicionalmente, para combatir la retención de
líquidos es indispensable cortar la ingesta excesiva de sal, pues está
demostrado que el cuerpo requiere de más agua para disolverla y drenarla.
- Tomar agua adelgaza. No es del todo cierto, pero tampoco es falso. Por
sí sola, el agua no es quemadora de grasas. Ingerirla en abundancia, sin
cambiar hábitos alimenticios en los que se ingieren grandes cantidades de
calorías, no hará ningún milagro. Sin embargo, cuando se está en un
proceso de peso, a través de dietas o ejercicios, el agua contribuye a
mejorar las respuestas del cuerpo porque su presencia es indispensable
para metabolizar las grasas. Cuando el organismo no tiene suficiente agua,
los riñones se ven obligados a transferir una parte de la carga de su
función al hígado que es responsable
de transformar la grasa en energía. Cuando el hígado debe asumir un
trabajo que no es el suyo, pierde eficiencia en su labor de metabolizar la
grasa y ésta se acumulan con mayor facilidad. Por otra parte, cuando se
toma agua con regularidad se aumenta la sensación de saciedad lo que
disminuye el deseo de comer más de lo necesario.
- Para acompañar las comidas es mejor el agua
cualquier otro líquido. Falso. Con las comidas no es bueno consumir bebidas y más si son
frías. En realidad, la mayoría de los nutricionistas y expertos en el tema
recomiendan no beber nada por lo menos 20 minutos antes de la comida y
tampoco hacerlo hasta que no pase al menos una hora de haber terminado. La
razón es simple: la abundancia de líquidos hace que los jugos gástricos se
diluyan y pierdan eficacia en su propósito de ayudar a digerir los
alimentos. Esto puede generar pesadez y otros trastornos de la digestión.
- Padecer de cansancio crónico puede originarse en la
falta de agua. Verdadero. No siempre ésta será la causa exclusiva, pero está
demostrado que un bajo nivel dificulta la producción de energía corporal.
Como ya se comentó en el punto sobre la pérdida de peso, cuando hay suficiente
agua el organismo puede convertir mejor las grasas y los azúcares en
energía.
- Lo único en la vida que no es malo en exceso es el
agua. Falso.
Con el agua se demuestra la regla, según la cual, todo extremo es nocivo.
Ingerir cantidades exageradas puede comprometer la función renal porque
sobrecarga a los riñones. Existen algunas dietas que sin ningún fundamento
científico atribuyen propiedades reductoras al agua consumida en grandes
volúmenes. Quienes siguen estas dietas, así como quienes padecen de potomanía
(un trastorno que lleva a tomar agua de manera compulsiva) ponen en riesgo
su integridad física y verán la manifestación de las consecuencias en
calambres, náuseas y problemas de asimilación alimenticia.
De vuelta a lo natural
En vista de los efectos
perjudiciales para la salud que tienen los productos excesivamente procesados y
cargados de químicos, la sociedad ha dirigido su atención a los alimentos más
sanos y naturales. Muchos de estos, ricos en fibra, aceleran el metabolismo y
mejoran la digestión, porque demandan más energía del cuerpo para ser
asimilados. En este punto, y si bien es cierto que existen muchas y
excelentes bebidas de origen natural, recuperar el esencial hábito de consumir
agua pura es definitivo para que el organismo se adapte a regímenes
nutricionales más saludables pero exigentes.
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