miércoles, 3 de octubre de 2012

Agua que sí has de beber…


Mitos y verdades sobre el líquido vital

El consumo regular y abundante de agua es uno de los hábitos más saludables y benéficos para el cuerpo. Está demostrado que su carencia disminuye sensiblemente la calidad de vida. ¿Qué tanto es mito o verdad sobre el consumo del agua? Respuestas, aquí.

Seres de agua que caminan. Esa podría ser una buena definición, desde el punto de vista fisiológico, del ser humano. Un hombre que pesa 65 kilos es en realidad un ser que mientras se desplaza, moviliza en su recorrido más de 45 litros de agua. La cifra no es ninguna exageración. El 70% del cuerpo humano está constituido por este líquido vital, el cual es nuestro vínculo común con casi todos los seres de la naturaleza; de hecho este elemento es aún más esencial que el mismo oxígeno. Sobre el agua se construye el bienestar vital.
Simplemente agua
Aunque su importancia es evidente, buena parte de la población de los países desarrollados ha dejado de consumir agua pura y en vez de ella ingiere grandes cantidades de refrescos y otras bebidas. Si bien tales productos son hechos a base de agua, no la sustituyen y en cambio introducen al cuerpo azúcar, sodio y otros compuestos que suelen ser nocivos en exceso. Esto, unido a que la vida sedentaria hace lento el metabolismo y silencia la sensación de sed, ocasiona que en muchas personas el nivel de agua esté por debajo de lo saludable, rayando a veces  con la deshidratación. Hacer algo al respecto es prioritario para mejorar la salud, pero sin caer en un pánico súbito que lleve a una ingesta excesiva y perjudicial. Por esta razón, y para tener una mejor idea de las funciones del agua en nuestro cuerpo, estableceremos qué es verdad y qué no respecto a algunas de las principales afirmaciones que circulan respecto a su consumo.
  • La sed es el indicador natural del cuerpo que señala cuándo debe tomarse agua. Falso. La sensación de sed es un indicador temprano de deshidratación. Analice por un momento en qué consiste la sed, cuando la ha sentido. Seguramente percibe su garanta y sus labios algo secos y su saliva se siente más espesa. Todas estas sensaciones están relacionadas con un descenso en el nivel hidrológico. Por lo tanto, la sed es un mecanismo de alarma que advierte sobre una deficiencia. Con sed o sin ella hay que consumir agua regularmente. En climas extremos como el desértico, la pérdida de agua puede ocurrir de una manera rápida y muy silenciosa, al punto que la deshidratación sorprende rápidamente a quien no está acostumbrado. Esta es la razón por la cual lo cual era obligatorio para los soldados estadounidenses que intervinieron en la operación "Tormenta del desierto" el consumo total de sus cantimploras en intervalos exactos.
  • La medida de oro para todos es 8 vasos de agua al día. Falso. La medida de consumo de agua depende de la edad, características fisiológicas particulares, clima y nivel de actividad física. No consume lo mismo un niño pequeño que un atleta adulto de alto rendimiento. Para empezar, una  buena manera de de establecer qué tanta agua hay que tomar al día consiste en dividir entre 30 el peso corporal. Una persona de 90 kilos, por ejemplo, debería beber, como mínimo 3 litros de agua. De esos tres litros, al menos dos, (o sea dos terceras partes de la proporción calculada) deben ser agua pura. El litro restante puede corresponder al agua disuelta en los jugos, sopas u otras bebidas.

    Para quienes viven en climas cálidos o durante estaciones de altas temperaturas como el verano, es bueno consumir un poco más de esta medida, pues así se compensa la acelerada eliminación de agua que no sólo se produce través de la orina sino también de la transpiración. De hecho, todo el tiempo, aún cuando dormimos, el cuerpo humano libera agua a través de la piel, de forma imperceptible pero constante. La actividad física intensa también afecta el cálculo de la cuota diaria de agua, y puede requerir más de un litro extra para compensar.
  • Las personas que retienen líquidos deben tomar agua en abundancia. Verdadero, en la gran mayoría de los casos. Mientras la retención de líquidos no esté asociada con una falla renal crónica o una circunstancia médica extraordinaria, las personas que tienden a retener líquidos deben procurar el agua en abundancia, sin exceder los límites. Sucede que antes las señales de deshidratación  (y muy particularmente si hay sobrepeso), el organismo dispara sus alarmas de conservación y activa un complejo mecanismo que bloquea la salida del agua extracelular, lo que explica la hinchazón de tobillos y otras zonas del cuerpo. Beber la cantidad de agua apropiada para el peso corporal, devolverá el equilibrio perdido y apagará en la mayoría de los casos la alerta de conservación. Adicionalmente, para combatir la retención de líquidos es indispensable cortar la ingesta excesiva de sal, pues está demostrado que el cuerpo requiere de más agua para disolverla y drenarla.
  • Tomar agua adelgaza. No es del todo cierto, pero tampoco es falso. Por sí sola, el agua no es quemadora de grasas. Ingerirla en abundancia, sin cambiar hábitos alimenticios en los que se ingieren grandes cantidades de calorías, no hará ningún milagro. Sin embargo, cuando se está en un proceso de peso, a través de dietas o ejercicios, el agua contribuye a mejorar las respuestas del cuerpo porque su presencia es indispensable para metabolizar las grasas. Cuando el organismo no tiene suficiente agua, los riñones se ven obligados a transferir una parte de la carga de su función al  hígado que es responsable de transformar la grasa en energía. Cuando el hígado debe asumir un trabajo que no es el suyo, pierde eficiencia en su labor de metabolizar la grasa y ésta se acumulan con mayor facilidad. Por otra parte, cuando se toma agua con regularidad se aumenta la sensación de saciedad lo que disminuye el deseo de comer más de lo necesario.
  • Para acompañar las comidas es mejor el agua cualquier otro líquido. Falso. Con las comidas no es bueno consumir bebidas y más si son frías. En realidad, la mayoría de los nutricionistas y expertos en el tema recomiendan no beber nada por lo menos 20 minutos antes de la comida y tampoco hacerlo hasta que no pase al menos una hora de haber terminado. La razón es simple: la abundancia de líquidos hace que los jugos gástricos se diluyan y pierdan eficacia en su propósito de ayudar a digerir los alimentos. Esto puede generar pesadez y otros trastornos de la digestión.
  • Padecer de cansancio crónico puede originarse en la falta de agua. Verdadero. No siempre ésta será la causa exclusiva, pero está demostrado que un bajo nivel dificulta la producción de energía corporal. Como ya se comentó en el punto sobre la pérdida de peso, cuando hay suficiente agua el organismo puede convertir mejor las grasas y los azúcares en energía.
  • Lo único en la vida que no es malo en exceso es el agua. Falso. Con el agua se demuestra la regla, según la cual, todo extremo es nocivo. Ingerir cantidades exageradas puede comprometer la función renal porque sobrecarga a los riñones. Existen algunas dietas que sin ningún fundamento científico atribuyen propiedades reductoras al agua consumida en grandes volúmenes. Quienes siguen estas dietas, así como quienes padecen de potomanía (un trastorno que lleva a tomar agua de manera compulsiva) ponen en riesgo su integridad física y verán la manifestación de las consecuencias en calambres, náuseas y problemas de asimilación alimenticia.
De vuelta a lo natural
En vista de los efectos perjudiciales para la salud que tienen los productos excesivamente procesados y cargados de químicos, la sociedad ha dirigido su atención a los alimentos más sanos y naturales. Muchos de estos, ricos en fibra, aceleran el metabolismo y mejoran la digestión, porque demandan más energía del cuerpo para ser asimilados. En este punto,  y  si bien es cierto que existen muchas y excelentes bebidas de origen natural, recuperar el esencial hábito de consumir agua pura es definitivo para que el organismo se adapte a regímenes nutricionales más saludables pero exigentes.

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