Atrapado a 700
metros de profundidad y padeciendo el encierro más largo en la historia mundial
de la minería, José Henríquez hizo acopio de toda su fe para creer que Dios haría
posible el milagro de su rescate y para infundir ánimo y esperanza en sus 32
compañeros. Su fe fue recompensada y José no sólo sobrevivió a la experiencia
sino que también ha encontrado en los angustiantes hechos del derrumbe de la
mina de San José, al norte de Chile, una oportunidad para compartir sus
convicciones con otros.
Poco más de un
año después de este suceso que conmovió al mundo y movilizó a rescatistas de
varias naciones, José visitó recientemente varias capitales de América para
promocionar su libro titulado Milagro en la mina.
Además de
narrar todos los hechos que se desencadenaron con el derrumbe de la mina, aquel
5 de agosto del 2010, Henríquez hace una reflexión de la forma como su fe le
ayudó a él y a sus compañeros a superar los momentos difíciles que se
vivieron durante los 69 días de
aislamiento bajo tierra, especialmente en los primeros 17, pues no tenían forma
de comunicarle al mundo que estaban enterrados pero vivos.
La llama de la
esperanza se encendió cuando lograron hacer llegar el histórico papel que
declaraba “estamos bien todos los 33” y se avivó definitivamente cuando las
primeras sondas de los rescatistas les proveyeron agua, alimentos y un canal de
audio y video para comunicarse con sus angustiados familiares.
Aunque el
pronóstico inicial no era muy alentador y se
habló de que el rescate se lograría con dificultades y luego de varios meses, Henríquez tuvo la
convicción de que Dios tenía su mano en el asunto: “Me di cuenta de que Dios no
había considerado ningún costo demasiado alto con el objetivo de liberarnos”.
“Milagro en la
mina” profundiza no solo en los trepidantes detalles del rescate sino también
en la forma como los vínculos emocionales entre los compañeros de tragedia se
fortalecieron con las constantes palabras de fe y ánimo que les infundía “el
pastor” como aún es conocido entre sus amigos José Henríquez.
«Nunca pensé
que predicaría en una mina. Dios hizo esto por mí porque así es como él nos
rescata para darnos nuevas oportunidades», comenta José quién ve en los hechos
de la mina y en toda nueva oportunidad que se le presenta un buen motivo para
referirse a Dios.
Aunque el 13
de octubre del 2010 terminó la epopeya para los 33 mineros, para José Henríquez
empezó un nuevo ciclo de vida en el que puede compartir mucho más que su
testimonio. La experiencia que puso a prueba su fe lo ha fortalecido para
llevar un mensaje de esperanza a muchas personas que viven en otros tipos de
encierro y para quienes el rescate de Dios es la única esperanza para volver a
ver la luz.
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