miércoles, 3 de octubre de 2012

Contradicciones de un republicano mormón


¿Tiene Mitt Romney una agenda de gobierno relacionada con su fe?

Pocas veces en la historia política de los Estados Unidos el electorado cristiano se hallaba en una encrucijada tan compleja, de cara a las próximas elecciones presidenciales. Aunque las últimas decisiones de Obama han sido polémicas, resulta aún más preocupante una eventual agenda de Gobierno de Mitt Romney, influenciada, de uno u otro modo, por su fe mormona.
No cabe duda de que se trata de un líder con gran capacidad de ejecución. Entre las victorias políticas más preciadas de Mitt Romney está la gestión  de los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados durante el 2002 en Salt Lake City, pues tomó ese proyecto a punto de naufragar y lo transformó en uno de los eventos deportivos mejor organizados de la historia. Tal logro fue sin duda fue uno de los peldaños que lo llevaron hasta la cima del poder en Massachusetts, estado que gobernó entre 2003 y 2007.
Aunque su hoja de vida está atiborrada de éxitos, no solamente políticos sino también empresariales (fundó la compañía de servicios financieros Bain Capital), para los estadounidenses y especialmente para la mayoría cristiana evangélica, una eventual llegada de Romney a la Casa Blanca genera grandes inquietudes debido a su trasfondo religioso.
Tras las huellas del misionero
Aunque en opinión de algunas personas el origen mormón de Mitt Romney es solamente una cuestión incidental que no compromete su espíritu republicano, para otros el asunto no puede ser tomado a la ligera pues no se trata de una figura pública secular que haya deslindado su liderazgo político de su fe. Por el contrario, Mitt Romney siguió en muchos aspectos los caminos de su padre, el también exgobernador George W. Romney, pues además de convertirse en empresario, gobernador y candidato a la presidencia, también fue misionero mormón. A diferencia de su padre, quien difundió las doctrinas de Joseph Smith entre ingleses e irlandeses,  Mitt dedicó varios años de juventud a hacer la misma labor en Francia. Tal y como corresponde a los mormones acaudalados, Romney se graduó de la Universidad Brigham Young, un centro de educación superior comprometido totalmente con la filosofía de vida mormona y del cual se conoce su fuerte tendencia al adoctrinamiento de los estudiantes. Sus graduados, que suelen convertirse en personalidades prestantes, mantienen estrechos vínculos con su alma máter por el resto de su vida.
Si bien es cierto que Romney se dedicó posteriormente a construir un lucrativo negocio de inversiones desde 1984, nunca ha dejado de estar en contacto con los cuadros directivos que gobiernan el cerrado pero influyente mundo mormón, algo que sin duda heredó de su padre quien hasta el final de sus días destinó un porcentaje significativo de sus ingresos a financiar la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
La solidez y profundidad de los vínculos que Romney tiene con su iglesia, hacen que los cristianos evangélicos se pregunten, ¿tiene acaso el candidato republicano una agenda mormona para los Estados Unidos?
Una iglesia alineada con propósitos políticos.
Para entender un posible gobierno de Mitt Romney hay que poner en contexto el rol del mormonismo en la historia de los Estados Unidos. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una organización fundada en 1830 por Joseph Smith, quien decía haber recibido la visita de seres celestiales aproximadamente 10 años antes. A partir de las supuestas revelaciones que fueron resultado de sus visiones, Smith desarrolló su propio sistema teológico en el que puso al mismo nivel de la Biblia obras suyas como el Libro del Mormón o Perla de gran precio. De esta manera, inició un movimiento religioso que casi desde sus orígenes ha sido catalogado de herético y al cual la mayoría de las confesiones cristianas basadas sólo en la Biblia consideran una secta. Desde el principio, la manipulación y las intrigas por el poder se hicieron presentes en el mormonismo, al punto de que su un amplio sector de su propio liderazgo declaró a Smith falso profeta. Con posterioridad a este hecho, del mormonismo se derivaron aberrantes grupos disidentes entre los que se destacan aquellos con doctrinas muy radicales, como el racismo o la poligamia (de hecho, Romney es descendiente de la colonia polígama a la que perteneció su padre en Chihuahua, México, antes de ser gobernador).
El poder religioso no ha sido el único interés de la jerarquía mormona. Desde sus inicios, el control de la economía figura entre sus prioridades, al punto de que muchos de sus preceptos están orientados a la concentración de las riquezas, basada no solamente en la posesión de negocios lucrativos sino también en la estricta disciplina de aporte por parte de sus fieles. A todo lo ancho del mundo, los mormones se han distinguido por la construcción de costosos edificios y templos que deslumbran por la fastuosidad de sus acabados palaciegos.
Para los mormones llegar al control de la economía es su “destino profético” y una justa recompensa por mantenerse fieles a todos los aspectos de su fe.
El Plan Mormón para América
Más allá de las abismales diferencias doctrinales en relación con el cristianismo auténtico, preocupa que durante toda la existencia del movimiento sus estatutos contemplen la intervención abierta y decidida en asuntos políticos. Como lo han revelado muchos exmiembros de la secta, la voluntad de sus máximos jerarcas es influir, con todos los medios a su alcance, en la vida pública y política del país. Sus importantes recursos financieros ha facilitado esta labor sin ninguna duda.
De hecho, según los testimonios de quienes escaparon al control de la secta, el mormonismo tiene una agenda cuidadosamente planeada no sólo para la expansión religiosa sino también para hacerse con el control político de los cargos más importantes del país. Ya lo han logrado ubicando a personajes totalmente identificados con sus principios en gobernaciones diferentes a la del estado de Utah, donde los mormones son particularmente fuertes. Su capital, Salt Lake City, es la misma ciudad en la que Romney dirigió las olimpiadas de invierno.
Frente a cuadros medios e inferiores de la organización, el liderazgo mormón ha justificado sus pretensiones políticas en supuestas profecías que “señalan claramente” la llegada a la Casa Blanca de un hombre identificado con los preceptos de su culto.
La agenda de Romney
Como político republicano, Romney se ha mostrado ante el electorado como un hombre conservador interesando en el fortalecimiento de los valores esenciales que han dado forma a los Estados Unidos de América. Sin embargo, resulta preocupante que sus decisiones gubernamentales estén más comprometidas con sus principios religiosos que con la misma ideología republicana, pues como ya es de dominio público Mitt Romney no es un laico más de una iglesia a la que asiste con regularidad sino que es miembro activo e influyente de su liderazgo.
Su vasta experiencia en el manejo del mercado bursátil y su gran olfato para las inversiones son resultado de una red de relaciones, tejida con mucha paciencia y a lo largo de varias décadas. Allí ha adquirido el conocimiento necesario para saber cuáles son los hilos económicos que mueven al país y que sin duda no sólo usará para promover su candidatura sino para impulsar la agenda gubernamental de un hipotético mandato suyo.
Por otro lado, la confluencia entre la ideología conservadora de los republicanos y los principios radicales del mormonismo hacen que significativos sectores de opinión prevean grandes dificultades para las minorías raciales y los inmigrantes durante un posible periodo presidencial de Mitt Romney.
Así las cosas, resulta crucial que los ciudadanos y especialmente quienes consideran importante mantener vigente el legado cristiano del país, evalúen no sólo las promesas sino también las intenciones de quienes aspiren a ocupar la silla presidencial de los Estados Unidos de América.


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