Las actitudes y valores del líder también se
transmiten
El esfuerzo conjunto que hacen padres de familia, educadores
e iglesia para levantar una generación de jóvenes con actitudes y valores
positivos debe tener entre sus prioridades sembrar las semillas esenciales del
liderazgo. Sin tales fundamentos, el desarrollo personal no alcanzará su máximo
potencial.
El liderazgo parece
un concepto épico, ligado a los caudillos, los escenarios y las grandes gestas.
Si bien es cierto que grandes líderes del mundo se han destacado en esos marcos
de referencia, la verdad es que la esencia del liderazgo más auténtico sigue
siendo desconocida para muchos y está ligada a valores y actitudes, que pese a
ser trascendentales, pasan desapercibidas por su bajo perfil.
Muchos definen el
liderazgo como la capacidad de guiar a otros hacia metas comunes pero el alma
del concepto reside en una palabra que lo determina todo: influencia. Como bien
lo expone a lo largo de su vida y obra el reconocido mentor y experto en
liderazgo John Maxwell, el liderazgo es la capacidad de tenemos de influir
sobre otros para transformar la realidad. Todos recibimos influencias de
diferentes fuentes pero pocos son capaces de formarse un criterio propio y una
visión de la vida lo suficientemente fuerte para influir en las mentes y los
corazones de otros. Nuestros jóvenes están más inclinados a seguir las luces
deslumbrantes de la sociedad de consumo que han vinculado de manera muy fuerte
la noción de realización personal con el tener, antes que con el ser. Por esta
razón, muchos observan el futuro con una visión de túnel que sólo les alcanza
para percibirse a sí mismos, fuera del contexto de su comunidad y de los
problemas que en ella están pendientes de solución. Más que profesionales,
nuestro mundo necesita verdaderos líderes
Los equívocos del liderazgo
Debido a esa visión
de túnel, muy propia de las sociedades con gran apego al consumo, circulan en
el ambiente educativo algunas nociones erróneas del liderazgo. Es muy
importante cuidarnos de ellas porque fácilmente podemos transmitir valores
equivocados a nuestros jóvenes. Para empezar, es muy importante diferenciar
entre dominancia y liderazgo. En la historia humana, plagada de episodios de
violencia y subyugación, son frecuentes las figuras que ejercieron férreas
dominaciones mas no un liderazgo auténtico. No es un verdadero líder, quien con base la fuerza y el temor
infundido ejerce dominio sobre sus compañeros de colegio. Si queremos que la
próxima generación opere con otros valores sus tutores, padres y maestros
debemos asegurarnos de transmitir un mensaje claro y correcto: liderazgo no es
mandar; es motivar e inspirar. Dirigir no es ordenar; es señalar el camino a recorrer.
Entonces, ¿cómo lograr que las mentes en formación de quienes heredarán el
mundo reciban una instrucción apropiada para convertirse en líderes? ¿Cómo
podemos hacer de ellos movilizadores efectivos de voluntades y no simples
trepadores sociales que sólo ven por los ojos del éxito económico?
Somos sus modelos a seguir
Desde niños, los ojos de
nuestros jóvenes están puestos en las acciones y en las actitudes de los
adultos, sus modelos a seguir. Mientras son pequeños hacen lo que nos ven hacer
pero más adelante, si no hemos sido coherentes para respaldar con hechos
nuestros dichos, optarán por hacer las cosas de modo diferente. Por esto, si
aspiramos a que ellos se decidan a ser los líderes que requiere esta sociedad,
tenemos que revisar nuestro inventario
de actitudes y respuestas para que la historia de decepción y apatía no se
repita. Si hacemos este ejercicio a conciencia, tendremos más posibilidades de
ser buenos proveedores en el proceso de formación del pensamiento juvenil hacia
el liderazgo. ¿Qué esperan los jóvenes de nosotros y qué deberíamos darles?
Fundamentos sólidos para formar su carácter. El carácter es la base del líder, pero ante todo del
ser humano. Si queremos líderes capaces de respetar la opinión ajena, de buscar
el bien común antes que el propio y de caminar la milla de más entonces debemos
comunicar valores esenciales para vivir y relacionarse con otros. Imprimir un
buen carácter implica modelar ante la juventud dominio propio y esfuerzo para
conseguir lo propuesto sin incurrir en atajos ni excusas. Si, como alguien
dijo, “carácter es lo que tú eres bajo presión”, entonces será evidente el
carácter hayamos tallado en nuestros jóvenes cuando se enfrenten a los
problemas de la vida.
Retos que estimulen su creatividad y su iniciativa: Desafiarlos con retos y dejar que intenten soluciones
les permite saber a los jóvenes que creemos en ellos y lograrán creer también
en sí mismos
Pasión en lo que hacemos para que sepan qué significa
abrazar una causa: Con frecuencia
nos quejamos de la apatía juvenil pero quizás debamos examinar qué tanto
nos apasiona el rol que desempeñamos
frente a ellos. Transmitir pasión no es difícil. Es sólo cuestión de que vean
cuán dispuestos estamos a lograr lo que nos hemos propuesto, por encima de
nuestras propias limitaciones. Cuando un joven ve eso se siente inspirado.
Oportunidades para trabajar en equipo: Dejemos atrás los argumentos de la inexperiencia. Es
una paradoja que las empresas, por ejemplo, busquen personas muy jóvenes para
ocupar sus puestos, pero exigen experiencia que nadie está dispuestos a darles.
Permitirles hacer parte de los equipos de trabajo, lo más temprano posible, es
una gran forma de comunicarles que el liderazgo no consiste en trabajar por
cien, sino motivar a cien para cumplir con la misión.
Principios firmes de organización personal y
disciplina: Un aspecto
prioritario que debemos cambiar con urgencia para mostrar frutos ante la
juventud es éste. Sin carácter, el talento se desperdicia. Sin disciplina el
carácter no persevera. Talento, carácter y disciplina son llaves del liderazgo
pero si faltara talento o si hay situaciones por mejorar en el carácter la
disciplina y la constancia lograrán lo que sea.
Ejemplo intachable de compromiso y confiabilidad: Seamos cumplidores de nuestra palabra, guardadores de
promesas, sobre todo las que hagamos a los jóvenes. Así será claro para ellos
que los líderes son personas cuyo poder de convicción radica en su
confiabilidad y en su capacidad para cumplir su palabra.
Un horizonte qué perseguir: Finalmente, permitámosles soñar. Démosles visiones de
gran alcance, planes de vida a largo plazo. “Sin visión el pueblo perece”, como
bien declara Proverbios 29:18. Y sin visión nosotros no podemos ver hasta dónde
pueden llegar nuestros pupilos ni ellos podrán comprometerse con un futuro
mejor. Retarlos a soñar y animarlos a declarar su visión, hacen parte de un
buen principio para que las cosas cambien.
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