miércoles, 3 de octubre de 2012

Chick fil-A y el derecho a ser una empresa de principios



La libre empresa y la libertad de  pensamiento en el ojo de la controversia.


Recientes declaraciones de Dan Cathy, en las que expresó su adhesión a los principios bíblicos que sustentan la familia, desataron una tormenta política y social en la que voces iracundas convocaron a un boicot en contra de la cadena de restaurantes Chick fil-A. No obstante, las manifestaciones de respaldo provenientes de sectores cristianos y no cristianos de la sociedad estadounidense, dejaron claro que para la mayoría de los norteamericanos no hay excusa suficiente para justificar la vulneración de la libertad de expresión ni para coartar el derecho a la libre empresa.

Decir hoy la verdad sobre lo que se piensa y lo que se cree, especialmente cuando esas creencias son un fundamento legítimo para edificar la vida de una persona o una organización, puede ser motivo de aplausos para algunos pero también de indignación para otros. Cuando Dan Cathy, empresario cristiano que dirige la cadena de restaurantes Chick fil-A, declaró que apoyaba el modelo bíblico del matrimonio, nunca imaginó que su sincera declaración desatara una tormenta de opinión.

Durante una entrevista que concedió al portal cristiano Baptist Press, Dan Cathy se declaró partidario de la familia tradicional y sostuvo su postura afirmando: “somos un negocio familiar, llevado por una familia, estamos casados con nuestras primeras mujeres. Damos gracias a Dios por eso. Quizá no es algo popular para todos, pero gracias a Dios vivimos en un país en el que podemos compartir nuestros valores y operar según los principios de la Biblia”.

En efecto, sus afirmaciones no fueron para nada populares y algunos sectores de opinión, encabezados por los promotores y defensores de los derechos de la comunidad gay de Estados Unidos, pusieron el grito en el cielo por considerar que tales declaraciones eran homofóbicas.

Pescando en río revuelto.

Lo que en su inicio parecía un simple problema de interpretación se convirtió en un debate social cuando algunos políticos de varios estados aprovecharon la controversia para que sus plataformas políticas ganaran terreno frente al electorado gay, que hoy representa un potencial de votación sumamente importante para sus intereses.

Por ejemplo, el actual alcalde de Boston, Thomas Menino, atizó el fuego con una carta en la que instaba a Dan Cathy a abstenerse de abrir una nueva franquicia de la cadena en su ciudad. El alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, también intervino en la contienda afirmando que “los valores de Chicago no son los valores de Chick-Fil-A” e insinuando, junto con otros políticos que harían maniobras para evitar la apertura de un segundo restaurante en la capital de Illinois.

Por si fuera poco, no han faltado los oportunistas comerciales que han hecho leña de esta situación para alimentar sus propias hogueras. Al mismo tiempo que han criticado la filosofía de Chick fil-A, han lanzado campañas para congraciarse con los consumidores de orientación gay. Tal ha sido el caso de firmas como The Gap y JC Penny que no han escatimado esfuerzos para poner a circular publicidad muy explícita en la que manifiestan su apoyo a las uniones homosexuales. Hasta The Jim Henson Company, la empresa detrás de los famosos Muppets, rompió su relación comercial con Chick fil-A a través de una confusa declaración de protesta.

Aunque los pronunciamientos en contra han sido numerosos, las voces a favor de los valores cristianos y, sobre todo, de la libertad de expresión, no tardaron en hacerse sentir con mucho vigor.

Chick fil-A también sintió el respaldo

Mientras las críticas destructivas a las declaraciones de Cathy intentaban conseguir adeptos, con base en ambiguos argumentos de intolerancia, las manifestaciones a favor también ganaron rápidamente notoriedad. Una de ellas provino del exgobernador de Arkansas, Mike Huckabee quien a través de las redes sociales convocó con éxito al “Día de aprecio por Chick fil-A” el pasado 1º de agosto. La idea impulsada por él y por otras personalidades como el exprecandidato republicano Rick Santorum, consistía en que ese día los simpatizantes con lo expresado por Dan Cathy concurrieran masivamente a los locales de la franquicia en toda la nación. El llamado fue atendido por muchísimas personas que de esta forma se identificaron con los valores y fundamentos que no sólo le han dado forma a la empresa alimenticia sino a toda la unión americana.

“Estamos aquí porque creemos en la libertad; en la libertad de expresión y en la libertad de escoger una religión. No vinimos porque odiemos a los gays o al matrimonio homosexual” declaró una de las personas que hizo sentir su respaldo en el estado de Illinois, donde la controversia ha sido especialmente acalorada.

Si bien eran de esperarse las declaraciones de aliento que se originaron en diversas vertientes del cristianismo en los Estados Unidos, también fue muy notoria la defensa de otros sectores de la opinión que vieron con ojos preocupados los amagues de algunos políticos, tendientes a vetar el establecimiento de franquicias de Chick fil-A en sus áreas de influencia.

David Cortman, abogado vinculado a la Alianza para la Defensa de la Libertad (ADF) ha manifestado que la pretensión de los políticos no tiene piso jurídico.

“Es absolutamente inconstitucional”, destacó Cortman, quien además manifestó su preocupación ante la posibilidad de que iniciativas como las sugeridas en Boston, Chicago o San Francisco llegaran a concretarse. “Esto impactaría de forma negativa muchas organizaciones en América donde sus dueños o directivos tiene diferentes modos de pensar. Esto significaría discriminarlos en abierta violación al derecho de libre expresión consagrado en la constitución”, aseveró.

Periódicos como Los Angeles Times y el Boston Globe (con políticas periodísticas que no se alinean con ninguna confesión religiosa) han defendido en sus editoriales el derecho a la libre empresa que tiene Chick fil-A, más allá de las convicciones de sus directivos. “¿Qué parte de la Primera Enmienda no ha entendido Menino”?, preguntó el editorial del Globe el 25 de julio pasado, aludiendo a las amenazas del alcalde de Boston respecto a no concederle licencia de funcionamiento a Chick fil-A. “Las creencias políticas o religiosas del dueño de un negocio no pueden ser puestas a prueba para determinar su idoneidad a la hora de solicitar su licencia comercial”, enfatizó el diario.

El sol no se oculta con un dedo

Luego de esta tempestad mediática Chick fil-A y sus franquicias han resultado fortalecidas porque al contrario de los escándalos en los que una revelación es apenas la punta de un iceberg de corrupción, este debate ha servido para que muchos norteamericanos conozcan el talante de una próspera empresa. Los sólidos principios sobre los cuales se ha establecido también han sido los pilares de un modelo exitoso de negocio que no necesita abrir los domingos, (para permitir que sus empleados vayan con total libertad a la iglesia) o incurrir en deudas corporativas de ninguna naturaleza. Por encima de la insostenible acusación de intolerancia, ha salido ha salido a flote el bienestar general que la cadena de restaurantes ha llevado durante décadas a varias comunidades, no sólo por el empleo que genera sino también por la acción social de su fundación (WinShapes Fundation) que, entre muchas otros proyectos, sustenta 11 hogares de adopción en los estados de Georgia, Tennessee y Alabama.

Tales cosas no se pueden ocultar con un dedo ni con pretensiones que rayan en lo inconstitucional. Por eso, lejos considerar acomodar de alguna forma su declaración de principios, Dan Cathy y su staff están convencidos de que su firmeza, en medio de la tempestad, es su más grande demostración de integridad y compromiso frente a las familias norteamericanas.

0 comentarios:

Publicar un comentario