Cómo ofrecer alternativas sin contemporizar con la
festividad pagana
El mundo cristiano está bien documentado sobre el origen
y las implicaciones culturales y espirituales del Halloween. La posición de
muchas iglesias y muchas familias es muy clara respecto a la no participación en
lo que se ha identificado plenamente como un ritual pagano. Sin embargo, debido
a la abrumadora cantidad de eventos que se organizan el 31 de octubre, los
niños y los jóvenes sienten una fuerte presión social. ¿Cómo podemos ofrecerles
alternativas sin que esto implique una participar de esta festividad, contraria
a los valores bíblicos?
Aunque Estados
Unidos es un país con profundas raíces cristianas, es un hecho innegable que en
esta tierra de oportunidades para todos, las contradicciones espirituales hacen
parte de la identidad de la nación. Debido al persistente empuje comercial, la
celebración del Halloween ha adquirido connotaciones que parecen alejarse de su
motivación inicial y, en efecto, muchas
personas aprovechan la fecha como plataforma de recreación y relación social en
medio de oscuridad y disfraces aterradores.
Pese a eso, muchas
la gran mayoría desconoce lo que sucede en la atmósfera espiritual e ignoran
aún menos de los peligros que asechan a los niños y a los jóvenes por cuenta de
los rituales de origen satánico que ese día tienen lugar. Por eso, aunque las
familias cristianas no tengan ninguna intención de tomar parte de los rituales
espirituales, deben evitar identificarse de alguna manera con los poderes
espirituales que ese día intentan manifestarse. ¿Cómo transmitir este
conocimiento efectivamente a nuestros hijos? ¿Cómo prepararlos espiritual y
psicológicamente para que no se sientan tentados a tomar parte de prácticas
contrarias a su fe?
Tres estrategias
1. Hablen
del tema abiertamente en casa. A
veces lo padres confían en que la
iglesia y quizás la escuela (si tienen la suerte de que esté cimentada en
principios bíblicos) se encargarán de darles a los niños y jóvenes los
elementos de discernimiento necesarios para abstenerse de tomar parte del
Halloween. Sin embargo, el escenario natural de ese aprendizaje y en el que se
graban profundamente los valores esenciales, es el hogar. Allí es bueno abordar
el tema, no como en un salón de clases, sino a través de una plática amena y
participativa donde los más jóvenes tengan la oportunidad de expresar con
confianza su percepción sobre el tema, su opinión y sus preguntas. Durante una
comida o quizás compartiendo alguna actividad de recreación familiar es
oportuno iniciar la charla con naturalidad, pero estableciendo siempre pautas
de vida.
2. Aprovechen
la oportunidad para traer luz a la oscuridad. Cuando cae un torrencial aguacero, durante el cual
muchas veces se va la energía eléctrica, algunas familias aprovechan para sacar
sus juegos de mesa y realizar juntos otras actividades. Muchas veces estas
noches se convierten en tiempos memorables de diversión y unión familiar. Con
el mismo espíritu del ejemplo, los padres de familia podemos hacer actividades
alternativas con nuestros hijos, sin que esto signifique tomar parte del
Halloween. De hecho, resulta muy
oportuno y elogiable lo que hacen algunas iglesias ese día, pues convocan a los
niños a actividades especiales donde resaltan sus valores cristianos, en tanto
sus padres oran y hasta evangelizan a aquellas personas, que ignorando el
peligro espiritual, sí toman parte en las prácticas del 31 de octubre. Lograr
abrir, de forma creativa, espacios de relación y entretenimiento para niños y
jóvenes cristianos hace posible aliviar mucho esa presión social que ellos
sienten y les permiten tener un tiempo divertido y sano con quienes comparten
los valores de su fe.
3. Cambiemos
la hostilidad por el amor.
“Dulce o truco” llegan cantando los niños a todas las casas del vecindario,
incluidas las casas de los cristianos que no comparten la festividad. Para
ellos, es una oportunidad de correr, jugar y conseguir una bolsita llena de
dulces gratis. Muchos de estos niños no tienen idea de lo que realmente ocurre,
de modo que no es ni apropiado ni justo tener actitudes hostiles contra ellos;
ni si quiera, en el tono más amable conviene asustarlos con historias que no
van a digerir en plena calle. Lo que sí podemos darle a estos niños son
pequeños libritos o tratados que han sido diseñados para el público infantil y
juvenil y a través de los cuales ellos pueden recibir las buenas nuevas del
evangelio en su propio lenguaje. De este modo, evitamos polarizar el asunto o
saturarlos con regaños incomprensibles y en cambio les ponemos en contacto con un
mensaje que en algún momento de sus vidas va a germinar como a semilla para
transformarlos.
Como todos los
años, el Halloween llegará y pasará.
Cada temporada tendremos que confrontarlo
de nuevo pero cada vez que debamos hacerlo descubramos en ello la
oportunidad de fortalecer en nuestros hijos los valores fundamentales de su fe
para que sean capaces de transmitirlos a la generación que sigue. Mientras veamos
en el 31 de octubre (y en otras fechas que generan polémica) oportunidades para
compartir y fortalecer a la familia, en jóvenes y niños
se afianzará, año tras año, el firme concepto de que su fe es un estilo de vida
digno de imitar y del cual pueden estar orgullosos frente a cualquier presión.
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