miércoles, 3 de octubre de 2012

Pioneros que dejaron su huella para que otros sigan a Dios.


Las vidas de Randy MacMillan y Charles Colson brillarán a través de su legado 

El resplandor de Dios y su recompensa eterna son ahora el deleite de Randy MacMillan y Charles Colson quienes este año fueron llamados por el Señor a su morada celestial, luego de una vida en la que dejaron huellas y caminos qué seguir.
Randy MacMillan: pasión por el avivamiento
Robert Rankin MacMillan, a quien muchos conocían cariñosamente como Randy, nació en Norkfolk Virginia en 1953. Aunque su abuelo había sido ministro presbiteriano, en sus primeros años de juventud Randy vivió la vida despreocupada de los jóvenes de su época, sin ningún interés por el Evangelio. Sin embargo  un encuentro inesperado e impactante con el Señor cambió sus prioridades de vida y recibió un llamado claro y directo para servir a los propósitos divinos lejos de su tierra natal. Al principio, Randy evitaba su designio de dejar los Estados Unidos, pero Dios se encargaría de hacerle cambiar de opinión cuando puso en su camino al amor de su vida y a la madre de sus dos hijos. Así conoció a Marcela Arboleda con quien luego de casarse y sin hablar ni una palabra de español, llegó a Colombia en 1976. Allí el jovencito de ojos azules, quien ya era pastor y maestro desde 1974 y dio clases de inglés para asegurarse algunos ingresos, se convirtió en un sembrador de iglesias y un cosechador de almas que fundo la Misión Suramérica. Esta federación de iglesias agrupa hoy a más de 50 iglesias en Colombia y a por lo menos 10 iglesias más en países como España, Ecuador, Venezuela y Chile
La bendición de dar el primer paso
En la historia de este hombre de fe, reconocido y amado por el cuerpo de Cristo en Colombia, se encuentran numerosos “primeros” que lo revelan como un pionero del avivamiento en Cali y Colombia.
Pese a la gran oposición de muchas personas que aún no entendían el mover carismático de Dios, Randy dio con valentía un paso al frente para enseñar e invitar a los miembros de su iglesia a fluir en los dones del Espíritu Santo, por lo cual enseñó la importancia  del bautizo en fuego y del don de lenguas.
Fue el primer ministro ordenado apóstol en Cali, junto con su esposa Marcela, en 1996, por imposición de manos del Dr. Bill Hamon y la profeta Cindy Jacobs.
También fue el abanderado en Colombia que promovió la alabanza profética, el cántico nuevo, la danza y el uso de los instrumentos en la alabanza. El primer Simposio Latinoamericano de Alabanza y Adoración, realizado en 1986, fue un evento revolucionario que Randy impulsó y con el cual abrió ventanas para que llegara el avivamiento a la nación.
Acorde con su carácter emprendedor, abrió también puertas físicas y espirituales en el país para invitar a ministros extranjeros que impactaron en su momento a grandes multitudes en el mundo. Muchos siervos de Dios pasaron por el púlpito de su iglesia (Comunidad Cristiana de Fe, Cali), y dejaron en la ciudad profundas huellas proféticas y evangelísticas: Benny Hinn, Cindy Jacobs, Arthur Burt, Randy Clark, Ronny Chávez, T.L. Osborn,  Charles y Francis Hunter, David Fisher, Igna de Suárez, Vivian Hibbert,  John Sheasby, Eugene May, Steven Swisher, Dave Wagner, Frank e Ida Mae Hammond, Fernando Vangioni, Frank Marzullo, Bill Hamon, Julio Donatti, entre muchos otros.
Inolvidable
Muchos recordarán a Randy por su extraordinaria visión, por su don profético y su carácter apostólico que le distinguió como un verdadero padre de generaciones. Otros tantos le recordarán por su manera particular de enseñar, por esas anécdotas hilarantes que servían para ilustrar el punto al que quería llegar y hasta esa manera particular de hablar el español, el cual nunca terminó de dominar pero al que siempre le añadió palabras de su propia invención con las que hacía brotar sonrisas de su auditorio, bien fuera éste el habitual rebaño de su iglesia o los pastores que se reunían cada año para recibir de él maná fresco en los Avances Apostólicos. La huella y la obra de Randy MacMillan perdurarán no sólo en quienes lo vieron y oyeron sino a través de sus enseñanzas y escritos en los que se revela la riqueza de todo lo que Dios depositó en su corazón para edificar a Su iglesia.

Charles Colson: resurgiendo de las cenizas
El inicio de la década de los años setenta era sin duda una época de grandes conflictos y dilemas para los Estados Unidos. El ambiente político del momento era muy álgido y se aproximaba un nuevo capítulo en la continua batalla que son las elecciones. El sostenerse en el poder a toda costa hizo que la administración de Richard Nixon incurriera en peligrosas prácticas de espionaje que salieron a la luz con el escándalo del Watergate. Charles Colson, consejero de Nixon desde 1969 fue una de las primeras bajas de esta guerra política y en 1973 fue enviado a prisión tras comprobarse su participación activa en las maniobras que intentaban mantener a toda costa en el poder a los republicanos. En medio del desprestigio y el abandono de sus amigos poderosos, Chuck Colson, como lo llamaban sus allegados, descubrió que no existe poder más confiable y redentor que el proveniente de Dios y aún entre rejas aceptó que podía tener una segunda oportunidad para su vida.
El final de una vida para dar comienzo a otra
Luego de cumplir con su condena en la Prisión Federal de Maxwell, Alabama,  Chuck salió con una nueva visión de vida, forjada por la experiencia de la reclusión y movida por la compasión que en él produjo el drama de la vida carcelaria en la que escaseaba la esperanza. Lo primero que hizo fue escribir un libro inspirador, basado en sus memorias, al que tituló “Nacido de nuevo”. En 1976 este libro se convirtió en todo un suceso editorial que en sólo dos años se convirtió en una película homónima sobre la caída y el resurgimiento de Chuck a través de la fe. Ese mismo año, materializó su visión y fundó una obra evangelística y misionera para darle cobertura y apoyo a los reclusos en Estados Unidos: Prision Fellowship.
Así Chuck Colson se dedicó a un nuevo tipo de servicio público, ajeno a la política pero de gran contacto con miles y miles de personas privadas de la libertad a las que no hizo promesas electorales pero sí llevó la realidad de la nueva vida que él experimentó en Jesucristo.
En 1983 dio un paso importante para contribuir al mejoramiento de las condiciones carcelarias en su país, al fundar Justice Fellowship, una iniciativa que aún sigue activa y que trabaja por lograr cambios legislativos que permitan brindarles a los prisioneros un mejor trato y verdaderas oportunidades de rehabilitación individual y social.
Más de tres décadas después de su conversión, Charles Colson tiene en su haber más de 30 libros y un gran número de reconocimientos que  han exaltado su labor humanitaria. Apenas en el año 2000 el gobernador Jeb Bush  restituyó el derecho al voto de Colson, quien desde el escándalo de Watergate y pese a purgar su pena en prisión, no podía acercarse a las urnas para manifestar su voluntad democrática como cualquier estadounidense.
Un año antes de morir, en el 2011, publicó el libro “El cielo no se está cayendo: viviendo sin temor en tiempos turbulentos” a través del cual dejó un mensaje final sobre la determinación de vivir y las posibilidades que tienen los cristianos de construir un mundo de mejor cuando están parados con firmeza en la roca de la fe.



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