Las vidas de Randy MacMillan y Charles Colson brillarán a
través de su legado
El resplandor de Dios y su recompensa eterna son ahora el
deleite de Randy MacMillan y Charles Colson quienes este año fueron llamados por
el Señor a su morada celestial, luego de una vida en la que dejaron huellas y
caminos qué seguir.
Randy MacMillan: pasión por el avivamiento
Robert Rankin MacMillan, a
quien muchos conocían cariñosamente como Randy, nació en Norkfolk Virginia en
1953. Aunque su abuelo había sido ministro presbiteriano, en sus primeros años
de juventud Randy vivió la vida despreocupada de los jóvenes de su época, sin
ningún interés por el Evangelio. Sin embargo
un encuentro inesperado e impactante con el Señor cambió sus prioridades
de vida y recibió un llamado claro y directo para servir a los propósitos
divinos lejos de su tierra natal. Al principio, Randy evitaba su designio de
dejar los Estados Unidos, pero Dios se encargaría de hacerle cambiar de opinión
cuando puso en su camino al amor de su vida y a la madre de sus dos hijos. Así
conoció a Marcela Arboleda con quien luego de casarse y sin hablar ni una
palabra de español, llegó a Colombia en 1976. Allí el jovencito de ojos azules,
quien ya era pastor y maestro desde 1974 y dio clases de inglés para asegurarse
algunos ingresos, se convirtió en un sembrador de iglesias y un cosechador de
almas que fundo la Misión Suramérica. Esta federación de iglesias agrupa hoy a
más de 50 iglesias en Colombia y a por lo menos 10 iglesias más en países como
España, Ecuador, Venezuela y Chile
La bendición de dar el primer paso
En la historia de
este hombre de fe, reconocido y amado por el cuerpo de Cristo en Colombia, se
encuentran numerosos “primeros” que lo revelan como un pionero del avivamiento
en Cali y Colombia.
Pese a la gran
oposición de muchas personas que aún no entendían el mover carismático de Dios,
Randy dio con valentía un paso al frente para enseñar e invitar a los miembros
de su iglesia a fluir en los dones del Espíritu Santo, por lo cual enseñó la
importancia del bautizo en fuego y del don
de lenguas.
Fue el primer
ministro ordenado apóstol en Cali, junto con su esposa Marcela, en 1996, por imposición
de manos del Dr. Bill Hamon y la profeta Cindy Jacobs.
También fue el
abanderado en Colombia que promovió la alabanza profética, el cántico nuevo, la
danza y el uso de los instrumentos en la alabanza. El primer Simposio
Latinoamericano de Alabanza y Adoración, realizado en 1986, fue un evento
revolucionario que Randy impulsó y con el cual abrió ventanas para que llegara
el avivamiento a la nación.
Acorde con su
carácter emprendedor, abrió también puertas físicas y espirituales en el país
para invitar a ministros extranjeros que impactaron en su momento a grandes multitudes
en el mundo. Muchos siervos de Dios pasaron por el púlpito de su iglesia
(Comunidad Cristiana de Fe, Cali), y dejaron en la ciudad profundas huellas
proféticas y evangelísticas: Benny Hinn, Cindy Jacobs, Arthur Burt, Randy
Clark, Ronny Chávez, T.L. Osborn,
Charles y Francis Hunter, David Fisher, Igna de Suárez, Vivian
Hibbert, John Sheasby, Eugene May,
Steven Swisher, Dave Wagner, Frank e Ida Mae Hammond, Fernando Vangioni, Frank
Marzullo, Bill Hamon, Julio Donatti, entre muchos otros.
Inolvidable
Muchos recordarán a
Randy por su extraordinaria visión, por su don profético y su carácter
apostólico que le distinguió como un verdadero padre de generaciones. Otros
tantos le recordarán por su manera particular de enseñar, por esas anécdotas
hilarantes que servían para ilustrar el punto al que quería llegar y hasta esa
manera particular de hablar el español, el cual nunca terminó de dominar pero
al que siempre le añadió palabras de su propia invención con las que hacía
brotar sonrisas de su auditorio, bien fuera éste el habitual rebaño de su
iglesia o los pastores que se reunían cada año para recibir de él maná fresco en
los Avances Apostólicos. La huella y la obra de Randy MacMillan perdurarán no
sólo en quienes lo vieron y oyeron sino a través de sus enseñanzas y escritos
en los que se revela la riqueza de todo lo que Dios depositó en su corazón para
edificar a Su iglesia.
Charles Colson: resurgiendo de las cenizas
El inicio de la
década de los años setenta era sin duda una época de grandes conflictos y
dilemas para los Estados Unidos. El ambiente político del momento era muy
álgido y se aproximaba un nuevo capítulo en la continua batalla que son las
elecciones. El sostenerse en el poder a toda costa hizo que la administración
de Richard Nixon incurriera en peligrosas prácticas de espionaje que salieron a
la luz con el escándalo del Watergate. Charles Colson, consejero de Nixon desde
1969 fue una de las primeras bajas de esta guerra política y en 1973 fue
enviado a prisión tras comprobarse su participación activa en las maniobras que
intentaban mantener a toda costa en el poder a los republicanos. En medio del
desprestigio y el abandono de sus amigos poderosos, Chuck Colson, como lo
llamaban sus allegados, descubrió que no existe poder más confiable y redentor
que el proveniente de Dios y aún entre rejas aceptó que podía tener una segunda
oportunidad para su vida.
El final de una vida para dar comienzo a otra
Luego de cumplir
con su condena en la Prisión Federal de Maxwell, Alabama, Chuck salió con una nueva visión de vida,
forjada por la experiencia de la reclusión y movida por la compasión que en él produjo
el drama de la vida carcelaria en la que escaseaba la esperanza. Lo primero que
hizo fue escribir un libro inspirador, basado en sus memorias, al que tituló
“Nacido de nuevo”. En 1976 este libro se convirtió en todo un suceso editorial
que en sólo dos años se convirtió en una película homónima sobre la caída y el
resurgimiento de Chuck a través de la fe. Ese mismo año, materializó su visión y
fundó una obra evangelística y misionera para darle cobertura y apoyo a los
reclusos en Estados Unidos: Prision Fellowship.
Así Chuck Colson se
dedicó a un nuevo tipo de servicio público, ajeno a la política pero de gran
contacto con miles y miles de personas privadas de la libertad a las que no
hizo promesas electorales pero sí llevó la realidad de la nueva vida que él
experimentó en Jesucristo.
En 1983 dio un paso
importante para contribuir al mejoramiento de las condiciones carcelarias en su
país, al fundar Justice Fellowship, una
iniciativa que aún sigue activa y que trabaja por lograr cambios legislativos
que permitan brindarles a los prisioneros un mejor trato y verdaderas
oportunidades de rehabilitación individual y social.
Más de tres décadas
después de su conversión, Charles Colson tiene en su haber más de 30 libros y
un gran número de reconocimientos que
han exaltado su labor humanitaria. Apenas en el año 2000 el gobernador
Jeb Bush restituyó el derecho al voto de
Colson, quien desde el escándalo de Watergate y pese a purgar su pena en
prisión, no podía acercarse a las urnas para manifestar su voluntad democrática
como cualquier estadounidense.
Un año antes de
morir, en el 2011, publicó el libro “El cielo no se está cayendo: viviendo sin
temor en tiempos turbulentos” a través del cual dejó un mensaje final sobre la determinación
de vivir y las posibilidades que tienen los cristianos de
construir un mundo de mejor cuando están parados con firmeza en la roca de la
fe.
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