Cuatro ganadoras del oro en Londres 2012 hablan del
significado de Dios en sus vidas
No van a la misma iglesia y quizás no se conocen mucho
entre ellas. Sin embargo, tienen dos cosas en común que han sido fundamentales
para alcanzar sus triunfos dorados: Dios es su fortaleza y toda la gloria la
dedican al Señor.
Los Juegos
Olímpicos de Londres 2012 serán recordados no sólo por el impresionante
cubrimiento informativo sino también por la manera como sus hechos se
difundieron a través de las redes sociales, especialmente Twitter. Muchos atletas dieron a conocer al mundo, en 140
caracteres, su sentimiento de júbilo y su agradecimiento al lograr alguna de
las codiciadas medallas en disputa. Entre tantos tweets que circularon por la
red, brillaron algunos que, además de resplandecer con la buena noticia de
haberse alzado con el oro, reconocieron en el éxito alcanzado la presencia de
Dios.
Aunque son muchos
los deportistas cristianos que participaron en estas justas, en Almavisión
destacamos a cuatro chicas doradas, que además de alcanzar con méritos el sitio más alto del
podio en sus especialidades, no desaprovecharon la plataforma de los medios
para compartir su fe y darle la gloria a Dios.
Sanya Richards-Ross: “Mi fortaleza viene de arriba”
Aunque es jamaiquina de
nacimiento, Sanya Richards-Ross tiene nacionalidad estadounidense, refrendada
en el hecho de correr desde los siete años en territorio norteamericano, más
exactamente en Fort Lauderdale, Florida. Su excelencia académica también estuvo
siempre a la par de sus logros atléticos, los cuales obtuvieron su primer gran
reconocimiento al ser declarada mejor atleta femenina de secundaria de los
Estados Unidos, en el año 2002. De ahí en adelante, su nombre haría parte de
muchos titulares de prensa: campeona mundial en Paris (2003) y Osaka (2007)
como parte del equipo norteamericano de relevos femeninos en la modalidad de 4
x 400 metros. En los 400 metros planos individuales, su otra especialidad, alzó
su primer oro en los mundiales de Berlín, en el 2009.
A nivel Olímpico, visitó lo
más alto del podio en Atenas 2004, Beijing, 2008 y, recientemente, en Londres
2012 por cuenta de sus triunfos en la carrera de relevos 4 x 400. Así, Sanya y
sus compañeras, han demostrado tres veces consecutivas que son las reinas de la
velocidad.
Antes de que terminara esta olimpiada,
Sanya logró el último mérito individual que le faltaba al coronarse campeona
olímpica en los 400 metros planos, luego de que ese honor le fuera esquivo en
Beijing 2008, donde obtuvo bronce.
Actualmente vive en Austin,
Texas, donde se congrega en una iglesia bautista. Abrazó la fe desde los 12
años y mientras no esté de viaje o compitiendo procura ir todos los domingos a
la iglesia.
El 5 de agosto, tras
saborear la victoria de su primer oro olímpico en solitario, Sanya
Richards-Ross publicó en su cuenta de Twitter: “He soñado con este momento por
mucho tiempo pero nada se compara con este sentimiento. ¡Nunca renuncies a tus
sueños! Dios es bueno.”
Un día después, luego de
ganar la tercera medalla consecutiva en los 4 x 400 compartió: “Mi fortaleza
viene de arriba. Qué bendición tener este momento”.
En una entrevista antes del
inicio de los últimos juegos olímpicos, Sanya expresó que su paz y su fuerza
interior se acrecentaban por el poder del Señor. “Mi fe también me anima a dar
lo mejor. Yo sé que mi talento es un don de Dios para mí y la manera como yo lo
uso es mi regalo para Él”.
Nada la perturba, porque la
íntima comunión con Dios, a lo largo de toda su carrera atlética, le ha
enseñado a confiar en Él. “He aprendido que Dios siempre está a tiempo. A veces
pasan cosas que no podemos entender y
pensamos que Dios se ha olvidado de
nosotros, pero no es verdad. Debemos pasar por situaciones para descubrir que
Dios está trabajando por nosotros. Mientras todo pasa, debemos agradecerle por
todas las cosas”.
Missy Franklin: “Dios me bendijo mucho”
Mientras más de medio mundo
estaba pendiente del momento en que Michael Phelps rompería el récord de mayor
número de medallas obtenidas por un atleta, a lo largo de sus participaciones
en los olímpicos, Missy Franklin hacía con discreción y diligencia su mejor
esfuerzo en las piscinas, para cosechar al final 4 medallas de oro en exigentes
pruebas de natación.
En efecto, en Londres 2012,
Missy fue la reina de los 100 y los 200 metros espalda, así como una de las
fichas claves para llevarse el máximo honor en los relevos 4 x 100 (estilo
libre)y 4 x 200 (estilos combinados). Esta formidable nadadora de 1.85 metros de
estatura, y apenas 17 años, empezó a nadar desde los siete bajo la tutela del
destacado entrenador Todd Schmitz.
Durante los mundiales de Dubai y Shanghai (2010 y 2011, respectivamente), hizo
presentir al mundo que haría grandes cosas en la primera oportunidad olímpica
que tuviera.
Missy cuenta que la religión
no fue nunca una prioridad en la formación que le dieron sus padres. Sin
embargo, durante su primer año de secundaria, ella visitó el Regis Jesuit High
School, lugar donde experimentó una gran paz. “Desde ese momento sentí que Dios
estaba conmigo”, le contó Missy al periodista cristiano Chad Bonham, antes de
viajar a Londres. “Uno de mis momentos favoritos es cuando voy a la hermosa
capilla de la escuela donde paso tiempo con Dios”.
La presencia del Señor en su
vida la acompaña mucho más allá de esa capilla y así lo sintió durante las
competiciones en las que obtuvo preseas doradas. “Dios siempre está allí para
mí. Yo hablo con él antes, durante y después de las prácticas y las
competiciones. Oro buscando su guía. Le agradezco por este talento que Él me ha
dado y quiero ser un modelo a seguir para muchos atletas jóvenes en todos los
deportes”.
En Twitter, Missy compartió:
“Estoy muy agradecida por todo lo que ha pasado. Dios me ha bendecido mucho.
Gracias a todos por el amor y el apoyo”.
Allyson Felix: “Que se haga Su voluntad, no la mía”
Esta atleta
californiana de impresionante trayectoria, nació en Los Ángeles en 1985. Desde
muy niña estuvo en contacto con los valores de la fe cristiana, pues su padre
Paul, es ministro ordenado y profesor de Nuevo Testamento en el Master’s
Seminary de Sun Valley. Aunque siempre admiró a su hermano Wes, también
corredor, tres años mayor que ella, no
imaginó en su adolescencia que su propio éxito sería tan rotundo. Pese a
proclamarse campeona mundial juvenil de los 100 metros planos, en el 2001,
Allyson Felix se hizo especialista en los 200 metros planos. Corriendo esta
prueba se ha coronado campeona en tres mundiales consecutivos de atletismo:
Helsinki 2005, Osaka 2007 y Berlín 2009.
La misma triple
corona de Sanya Richards-Ross, la ostenta Allyson, pues fueron compañeras de
triunfo en la competencia de relevos 4 x 400 metros en los mismos campeonatos. En los juegos olímpicos
de Atenas y Beijing, las medallas de plata que obtuvo no fueron motivo de
conformidad pues en su último intento lo dio todo en la pista para llevarse de
Londres la presea dorada que en dos citas olímpicas se le había escapado. Justo
antes de esa competencia, con la presión de su tercer intento para lograr el
oro, Allyson escribió en Twitter: “He esperado mucho por esta oportunidad. Oro
porque su voluntad sea hecha, no la mía. Estoy lista para dejar correr mi
corazón”.
Filipenses 1:21 es
uno de sus pasajes favoritos: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es
ganancia”. Las palabras de este versículo han sido cruciales para ella, pues la
han ayudado a mantenerse centrada a la hora de determinar las prioridades
correctas para su vida. “La fe me
inspira. Es la verdadera razón por la que corro. Siento que mi capacidad para
correr es un regalo de Dios y es mi responsabilidad usarla para glorificarlo”,
afirmó, llena de convicción, durante una
reciente entrevista.
Gabby Douglas: “La Gloria es de Dios”
A sus 16 años, Gabrielle
Douglas es una promesa de la gimnasia artística que ya se hizo realidad sin
haber desplegado aún todo su potencial. Su sonrisa, entre juvenil e infantil,
es indicio innegable de su satisfacción ganadora, mezclada con el honor de ser
la primera gimnasta afroamericana en lograr una medalla de oro en toda la
historia de los juegos olímpicos.
Quién fue primera en el
podio de la gimnasia artística en Londres, nació el último día de 1995, un 31
de diciembre. La insistencia de su hermana Arielle la llevó a iniciarse en la
práctica de la gimnasia, cuando apenas tenía siete años. Un año después ya
ganaba su primer campeonato regional en el estado de Virginia. Luego de algunos
torneos nacionales y tras su brillante actuación en los Juegos Panamericanos de
Guadalajara, Gabby se perfiló como una seria aspirante al podio en otros
certámenes como el mundial de Tokio, en el que obtuvo con el equipo
estadounidense la medalla de oro.
En Londres, además de la
gloria colectiva, tras contribuir con su desempeño a que su equipo alcanzara la
cima, disfrutó la satisfacción del logro individual al ganar la presea dorada
de su especialidad.
Detrás de esta deportista
alegre y optimista hay una familia que desde muy niña creó a su alrededor una
plataforma personal de impulso que tiene cimientos espirituales muy fuertes.
Durante los días de competiciones olímpicas, sus padres nunca dejaron de
enviarle pasajes de las escrituras que ella esperaba con puntualidad para
cobrar fuerzas. Timothy Douglas, padre de Gabby, dice que está muy orgulloso de
su hija no sólo por sus logros deportivos sino por la forma en que ha representado
el trasfondo cristiano y la fe de su país.
“Mi fe ha sido definitivamente
fortalecida. He meditado en las escrituras y he declarado algunos versículos para
edificar en mí una fe más fuerte cada día”, sostuvo Gabby durante una rueda de
prensa en la villa olímpica. “Orar
antes de la competencia me da confianza y eleva mi autoestima”.
En las redes
sociales, Gabby agradeció el apoyo de todas las personas que la animaron y
aprovechó la oportunidad para recordarles que debemos glorificar en todo tiempo
el nombre de Dios. “¡Gracias por todo! Estoy muy agradecida con Dios porque realmente
me ha bendecido. Recuerden siempre darle la gloria porque Él es grande”.
En los momentos de gloria,
como también en los momentos difíciles en los que es resultaría fácil dudar de
Dios, Gabby, Allyson, Missy y Sanya han demostrado que la fidelidad de Dios es
aún más cierta y valiosa que el metal dorado que obtuvieron en Londres. Por eso
no vacilan en dedicarle sus preseas a su mentor y
entrenador celestial.
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