Asesinatos masivos en Estados Unidos. Un fenómeno en
preocupante ascenso.
Tras la muerte de al menos 12 personas en una sala de
cine en Aurora, Colorado, los norteamericanos están hurgando en sus fundamentos
sociales para saber qué tipo de situaciones están convirtiendo a muchos individuos en bombas emocionales de tiempo,
que al explotar se manifiestan de una forma tan violenta.
James Holmes no era
precisamente el “alma de la fiesta” pero su desempeño académico y su
inteligencia brillaron a lo largo de su vida universitaria. En el 2010 obtuvo
con honores una licenciatura en neurociencia y años antes se destacó como un
cristiano practicante que tomó parte en la vida eclesial de la comunidad
presbiteriana a la que él y su familia pertenecían. De hecho, en el verano del
2008, Holmes se enlistó como consejero voluntario para guiar y acompañar a
niños menos favorecidos en el campamento de verano Max Straus, en Glendale,
California. Todo marchaba bien, hasta que en el 2012 las
cosas en su vida, incluyendo sus notas, se vinieron a pique.. Este hombre
tranquilo y colaborador es el mismo que apenas cuatro veranos después, en julio
del 2012 asesinó a sangre fría a doce inocentes espectadores que asistían a la
premier de la última película de la trilogía de Batman, en una sala de cine de
Aurora, Colorado.
¿Cómo es que
Holmes, Cho Seung-Hui (quien perpetró los 33 homicidios en el Instituto
Tecnológico de Virginia) o Eric Harris y Dylan Klebold (quienes no pasaban de
18 años cuando ejecutaron la masacre de Columbine) dejaron de ser sencillos
estudiantes para convertirse en crueles asesinos? Los factores que
desencadenaron sus comportamientos y las particulares circunstancias sociales
de los Estados Unidos están convirtiendo a muchas personas en bombas humanas de
tiempo que pueden explotar en el lugar menos esperado.
Aislamiento social
La doctora Isabel
Cristina Giraldo, psicóloga clínica que trabaja en la Unidad de Salud Mental del
Hospital Universitario del Valle, en Cali, Colombia, ha sido testigo
excepcional de las secuelas emocionales que
la presión social y la violencia pueden dejar en las personas, especialmente
aquellas que diariamente llegan a esta institución pública de salud en busca de
algún alivio para sus conmovedores dramas personales y familiares. Para la
doctora Giraldo, el fenómeno de los asesinos masivos que azotan a los Estados Unidos en su historia
reciente, no es algo nuevo pero sí se
han agudizado con algunos elementos de la modernidad. “A lo largo de la historia se han presentado muchos casos de personas
que con diferentes motivaciones han perpetrado crímenes como éstos. No es algo
nuevo. Sin embargo, la influencia actual de los medios de comunicación que
hacen circular patrones de violencia y al mismo tiempo le dan notoriedad a
estas personas, hacen que muchos se sientan identificados y quieran mostrarse
ante el mundo con actos similares”.
Una condición que
definitivamente estimula el florecimiento de este tipo de acciones desesperadas
es el aislamiento social que cada vez más afecta a la gente, especialmente
quienes habitan en las ciudades. El individuo se torna, precisamente, cada vez
más individual. La internet, la televisión y los video juegos son medios de
entretenimiento que están incomunicando afectivamente
a la gente. Además, la combinación de tecnología y conflictos personales
acelera la pérdida de contacto con la realidad, tal como ha acontecido con
Holmes, quien sin embargo, a juicio de la Dra. Giraldo, era plenamente
consciente de lo que hacía debido a la cuidadosa planeación de su atentado. “Una de las cosas que pasa con estas
personas, es que a partir de todo su imaginario van construyendo no sólo su
propia realidad sino también un sentido ético propio en el que determinan qué
es bueno y qué es malo. Hacen su propia escala y con ella juzgan al mundo”.
La temprana
desintegración de las familias estadounidenses, es otro factor que acentúa los
riesgos para su sociedad. “En Estados Unidos
hay algo que los afecta profundamente y esto es el gran tamaño de sus brechas
familiares. Los hijos se independizan rápido y hay relaciones interpersonales
muy frías; cada uno va a su vivienda y nadie se preocupa por el otro”.
Los mundos irreales
de los asesinos en masa suelen alimentarse de sus aficiones a temas con corte
violento. Holmes, por ejemplo, tomó como modelo para perpetrar la masacre en el
cinema un episodio del comic de Batman (del que era ferviente seguidor) en el
que el Guasón llevó a cabo una ejecución de idénticas características. En el
caso de los jóvenes que perpetraron la masacre de Columbine, su adicción a los
videojuegos les hicieron desear explorar el nivel más alto al que podían
aspirar: disparar armas de verdad contra gente de verdad. “Estos chicos tienen todo un imaginario y necesitan buscar la manera de
hacerse notar; necesitan ser vistos, y proyectan esa imagen de una forma muy
histérica”, comenta la psicóloga Giraldo.
El radicalismo ideológico
Aunque los
desajustes mentales juegan un papel preponderante en este tipo de lamentables
hechos sociales, existe una categoría de personas que desde el punto de vista
psiquiátrico no son anormales pero que desde la perspectiva de su ideología
extrema son individuos que rayan con el delirio. “Cuando se está ciegamente comprometido con un ideal o con un líder, el
respeto por la vida se pierde y se vuelve secundario en función de esos ideales”,
destaca la Dra. Giraldo, refiriéndose no sólo a asesinos confesos como Anders
Behring Breivik (quien el año pasado mató en Noruega a 77 personas por motivos
políticos) sino también a miles de actores armados en conflictos como el
colombiano, de cuyas acciones
escasamente nos enteramos.
Señales de alerta
Sorprendió a las
autoridades locales en Colorado saber que las acciones de James Holmes habían
sido anunciadas por escrito pero que el cuaderno de anotaciones que contenía
sus planes no llegó a tiempo a manos del
psiquiatra por una demora en el correo. De una u otra forma, en su
angustioso llamado de atención, estos personajes desafortunados dan a conocer
lo cerca que están del borde de su locura. Tal como lo afirma la psicóloga
Isabel Cristina Giraldo, la posibilidad de que alguien con tales conflictos e
intenciones esté cerca de nosotros y quizás en el seno de nuestra propia
familia es algo que casi nunca se considera. No obstante, la amenaza de que
algo así surja es muy real y por eso hay que estar atentos a las señales que
nos advierten de una posible explosión emocional. Ésta no necesariamente debe desencadenar en una
acción violeta y agresiva pero sí, por ejemplo, en episodios de alto riesgo
como intentos de suicidio. “La mayoría de
personas que se descompensan emocionalmente por lo general manifiestan signos de aislamiento, trastorno
de sueño, cambios radicales de hábitos y
de comportamiento. No es raro que hablen solos o que establezcan ciertos
rituales. Detectar situaciones así debe mantener en guardia a las familias pero
no es fácil porque suele ser más fuerte la negación del problema. Los episodios
de crisis toman a las familias desprevenidas”.
Equilibrio emocional y espiritualidad
Resulta paradójico
que algunas de las personas implicadas en homicidios masivos tengan fuertes
vínculos con su comunidad a nivel religioso, tal como sucedió con Holmes. Si
aparentemente son personas espirituales, ¿qué puede estar fallando? El punto
clave para que la iglesia sea proactiva al respecto es entender que la
espiritualidad no puede estar separada de la vida en comunidad y que si bien la
vida de la iglesia depende de Dios las relaciones reales y fuertes entre sus
hijos son cruciales para que las personas no se sientan solas. Por eso resulta
muy importante que el acompañamiento
pastoral (especialmente para quienes padecen crisis emocionales) esté enfocados
no solamente en la terapia sino en ayudarles a los aconsejados a construir
relaciones sociales significativas que les hagan sentir cuán valiosas son, no
sólo para Dios, sino para los humanos de carne y hueso que les rodean.
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